por Javier Souza Casadinho,
ingeniero agrónomo
Centro de Estudios sobre
Tecnologías Apropiadas de la
Argentina (CETAAR)
Red de Acción en Plaguicidas de
América Latina (RAPAL)
6
M a y o 2 0 0 5
Este tipo de cultivo es sinónimo de deforestación, pérdida
de suelos, incremento en el uso de plaguicidas, exclusión
social y pérdida en la diversidad biológica y cultural.
Argentina se ubica en el segundo lugar dentro de
los países productores de cultivos modificados
genéticamente, casi 15 millones de hectáreas bajo
genéticamente, casi 15 millones de hectáreas bajo
este sistema de cultivo altamente dependiente de
un paquete tecnológico basado en insumos
químicos con fuerte impacto en la diversidad
biológica.
El llamado "proceso de modernización" de la
agricultura iniciado en la década del 60 con base
en la utilización de semillas mejoradas,
agroquímicos y maquinaria de alta capacidad
operativa, continúa en la actualidad con la
adopción de cultivos transgénicos.
Esta situación se relaciona con una serie de
procesos sociales y económicos que se dan en
Argentina desde 1975 -planes económicos de corte
liberal, elevación del mercado por sobre el Estado,
dentro de los cuales los pequeños y medianos
productores encaran estrategias de resistencia
para subsistir.
Más de 150.000 pequeños y medianos productores
han desaparecido en la últimos 14 años al no
poder "adaptarse" a esta situación macroeconómica
con altos impuestos, elevados precios
de los insumos y dependencia de precios
internacionales. Todas, variables fuera de su
control. Cerca de 400.000 personas que dependían
de la agricultura, no sólo para obtener alimento
por un período corto de tiempo o por su adquisición
definitiva.
Para aquellos productores que se mantienen en
la actividad, las estrategias productivas quedan
cada vez más limitadas por las decisiones que se
toman fuera de su propio predio, tanto por parte
de los proveedores de insumos como de las
empresas transformadoras, que en general
reconocen la pertenencia a los mismos capitales
con diferente nombre comercial. Si bien se facilita
el acceso a los insumos, a mayores costos, se
restringe el margen de decisión frente a las
Glifosato: incremento en las ventas
e incidencia en el ambiente
El problema de los cultivos transgénicos también
se relaciona con los agrotóxicos asociados en el
paquete tecnológico. Es el caso del herbicida
glifosato. Este producto, además de dañar la
biodiversidad fomentando la aparición de malezas
resistentes y la expansión de las tolerantes, se
relaciona con el surgimiento de problemas en la
salud humana y en los cultivos aledaños a las
plantaciones donde es aplicado.
Las aplicaciones aéreas de glifosato han provocado
tanto la destrucción de cultivos sensibles al
herbicida como intoxicaciones -que en algunos
casos provocan la muerte- de las personas que
se hallaban trabajando o residiendo en las
cercanías.
Mientras las ventas crecientes suponen un
incremento en las ganancias y en el patrimonio
de la empresa productora, Monsanto, a la vez
implican grandes riesgos ecológicos y para la
salud.
Al respecto, las intoxicaciones con glifosato pueden
causar, en forma aguda, hinchazón de los
pulmones, dolor gastrointestinal, obnubilación de
la conciencia, neumonía, vómitos, irritación de
ojos y de piel, y destrucción de los glóbulos rojos.
Como efecto crónico, hay evidencias sobre daño
pulmonar, problemas de fertilidad y anomalías
cromosómicas.
Este herbicida es cien veces más tóxico para los
peces que para los seres humanos. Asimismo, es
tóxico para las lombrices de tierra, las bacterias
y hongos benéficos del suelo.
Los graves problemas tóxicos de este producto no
provienen tan sólo de sus ingredientes activos,
sino también de sus componentes "inertes",
concebidos para que el producto opere en forma
"más eficiente". Entre ellos, el más importante es
el surfactante conocido como POEA, cuya dosis letal
es tres veces más grande que la del propio herbicida.
Otro componente inerte es la isopropilamina,
sustancia extremadamente peligrosa y destructiva
para el tejido de la membrana mucosa y vías
respiratorias superiores.
Dado su impacto, claramente se desprende que no
se trata de un producto "amigable" con el ambiente,
seres humanos incluidos. Al respecto, existen
antecedentes de fuertes cuestionamientos y
acciones judiciales contra Monsanto en Estados
Unidos, debido a la utilización de los términos
"biodegradable" e "inocuo para el medio ambiente"
en sus envases y publicidad.
En la actualidad, cerca de 10 empresas ofrecen
este producto en el mercado. Ante las semejanzas
de los productos activos, las empresas basan sus
estrategias de posicionamiento exaltando las
virtudes de su producto frente a situaciones
ambientales, ecológicas y edáficas extremas.
COMO IMPACTAN LOS CULTIVOS
TRANSGÉNICOS EN LA ESTRUCTURA AGRARIA
Impacto Social
Como toda tecnología, en este caso de tipo biológico,
las semillas genéticamente modificadas tienen un
impacto dentro de la sociedad en la cual son
utilizadas, ya que producen una modificación y,
por ende, cambios en la retribución de los factores
de producción puestos en juego.
En el caso de la soja RR, al basar su estrategia de
control de malezas en la aplicación de herbicidas,
se observa una disminución en la demanda de
mano de obra en todas las tareas vinculadas directa
o indirectamente con este proceso: tanto en la
preparación de la cama de siembra, como en la
aplicación de herbicidas, control mecánico de las
hierbas y "repasos" manuales para el control de
las malezas más resistentes.
Impacto Económico
Las semillas transgénicas son entre un 30% a un
40 % más caras que las convencionales. Si a eso
le sumamos las regalías, derechos o royalties que
la empresa Monsanto pretende cobrar a los
productores argentinos por la utilización de semilla
original o por la reutilización de la proveniente de
la propia cosecha, se evidencia una elevación del
costo de producción que sólo se redujo circunstancialmente
por una disminución en el precio de
los herbicidas. 7
2 0 0 5 M a y o
sino para mantener viva la identidad cultural, han
migrado a las grandes ciudades o se mantienen
en la pobreza dentro sus propios predios.
La caída en la rentabilidad y el endeudamiento
determina la cesión de los predios a nuevos actores
económicos en la actividad agrícola: fondos de
inversión, pools de siembra, grandes empresas
transnacionales que visualizaron a la agricultura
como un espacio económico en el cual es posible
realizar negocias rentables, seguros y a corto plazo.
Dado que en estos agentes prima más la
rentabilidad económica que el impacto de sus
prácticas sobre los recursos naturales, se exacerba
el desarrollo de una agricultura de tipo industrial
en Argentina. Un tipo de agricultura sin
agricultores, donde se sobrepone el pensamiento
de la rentabilidad a corto plazo y el uso irracional
de los recursos al del uso sustentable.
Una de las consecuencias de esta expansión es
la concentración de tierras en un menor número
de empresas y, entre ellas, de capital extranjero.
La concentración económica también ha llevado
a que grandes monopolios integrados verticalmente
-provisión de insumos, producción, distribución y
procesamiento- dominen la escena productiva,
relegando a los productores a la ejecución de
etapas, dentro del proceso global, menos rentables
o más riesgosas.
Las instituciones nacionales encargadas de la
fiscalización de los organismos genéticamente
modificados (OGM) -que no tienen miembros de
asociaciones de consumidores o del resto de la
sociedad civil- permiten la libre asociación entre
las empresas productoras de OGM y las
instituciones pertenecientes al Estado, fragmentan
la información y restringen el debate sobre la
utilización de transgénicos sólo al ámbito científico.
La incorporación de tecnología -semillas
transgénicas, agrotóxicos, maquinaria para la
siembra directa- se presenta cada vez más
inaccesible para los pequeños productores. En
principio, se trata de tecnologías costosas que
requieren, en especial la maquinaria, una fuerte
inversión inicial. Por otra parte, como se trata de
tecnologías "de escala", necesitan para su
utilización eficiente, desde el punto de vista
económico, una mayor cantidad de tierras para el
cultivo.
De esta manera, año tras año se incrementa la
unidad económica provocando la necesidad de
obtener mayor superficie para el cultivo de
vegetales, ya sea a través del arriendo de tierras
8
M a y o 2 0 0 5
Durante el proceso de expansión de la soja
entre los productores -años 1996 a 2004-, la
empresa Monsanto se abstuvo de cobrar
derechos de obtentor, como una manera de
facilitar su aceptación. En la actualidad,
cuando casi el 100% de la soja que se siembra
es transgénica, la empresa monopólica decide
cobrar esos derechos. Los productores ya no
pueden sembrar semillas convencionales.
Una situación similar ocurre con el herbicida
glifosato, el cual registró un incremento de
precios cercano al 55% durante la campaña
de siembra 2004/2005, una vez instalada la
dependencia de los productores a este
herbicida ante la aparición de malezas resistentes
y plantas silvestres que se convierten
en malezas.
Esta elevación de costos productivos, que en
la actualidad se relacionan con una reducción
en los precios internacionales de la soja,
determina la necesidad de hallar un tamaño
predial óptimo, situación que lleva a los
productores a ceder a otras empresas la
ejecución de determinadas tareas productivas
que ellos mismos realizaban. Este cambio no
sólo implica una transferencia de ingresos a
otros sectores económicos, sino una cesión en
la toma de decisiones acerca del momento
óptimo y del modo en que se realizarán las
tareas.
Estas tareas suelen ser llevadas a cabo por
grandes empresas de servicios donde prima
el interés de obtener una adecuada rentabilidad
más que desarrollar una tarea en forma
eficiente. Además, no se tiene en cuenta el
impacto ecológico y social de la actividad
desarrollada.
Impacto en las Estrategias
Productivas
Las labores de preparación del terreno
para la siembra
Para el caso de la soja RR, la incorporación
de semilla transgénica se traduce en una
disminución en la cantidad de labores de
preparación del suelo ejecutadas bajo
diferentes modalidades: labranza vertical,
convencional o siembra directa.
Se reemplaza una forma de manejo de las
malezas que puede ser planificada por el
productor, como las labores, por el control
químico basado en aplicaciones del herbicida
glifosato. Según entrevistas realizadas a
productores, se han contabilizado hasta cuatro
aplicaciones de herbicidas
efectuadas en un mismo ciclo
de cultivo.
La falsa promesa de la
reducción en el uso de
insecticidas y herbicidas
Uno de los argumentos que en
mayor medida fueron
esgrimidos por los representantes
de las empresas y
del sector científico argentino
es aquel que relaciona la
utilización de OGM con la
reducción en la demanda de
herbicidas, situación que beneficiaría a los
productores dada la merma en el costo de
producción, como también a los trabajadores -
por la reducción en el riesgo que implica la
manipulación de agrotóxicos- y al ambiente, por
la reducción en los índices de contaminación.
En estos 10 años de utilización continua de
semillas modificadas genéticamente, las
predicciones no se han cumplido. Por el contrario,
se observa un cambio en el tipo y formulación de
los herbicidas utilizados, pero no una reducción
efectiva en su uso.
Así, de aplicar más de 60 tipos de formulaciones
químicas tanto en las tareas de presiembra, como
en las de preemergencia y post emergencia del
cultivo, se pasó a utilizar sólo dos formulaciones
-2, 4 D y glifosato- en las diferentes etapas del
cultivo, como herramienta única para el control
de malezas.
Si bien el herbicida glifosato es de amplio espectro,
ya que elimina tanto las hierbas de tipo
dicotiledóneas -hojas anchas- como las
monocotiledóneas -hojas angostas-, se da el caso
de hierbas que se vuelven resistentes a las dosis
recomendadas por la empresa fabricante. Se
presentan, entonces, dos fenómenos que reconocen
una misma raíz ecológica:
• La aparición de nuevas malezas -vegetales
tolerantes al herbicida-, dado el espacio libre
que queda ante la desaparición de otras plantas
(noción de nicho ecológico).
• La aparición de resistencias genéticas que
pueden trasladarse a las nuevas generaciones
de plantas (noción de resistencia).
Impacto en vegetales emparentados
Los OGM y los herbicidas asociados pueden tener
cierta incidencia en vegetales diferentes
a los modificados genéticamente.
Una de estas situaciones se plantea en la deriva
genética. En este caso puede ocurrir una
polinización cruzada o transferencia horizontal de
genes. En el primer caso, los genes de la planta
modificada pueden viajar, en el polen, a otras
plantas de la misma especie alterando su
composición. También pueden cruzarse con
plantas silvestres emparentadas, recreando por
ejemplo malezas difíciles de combatir.
Un caso testigo a tener en cuenta es la situación
planteada en México, lugar de origen del maíz,
donde es posible el paso del gen transgénico a
dos de sus parientes silvestres, el teocinte y el
tripsacum.
Investigaciones recientes han demostrado que el
polen de plantas OGM puede viajar a más de un
kilómetro y así fecundar a otras plantas. Existe
el peligro de recrear plantas que escapen no sólo
del control de los seres humanos sino de los ciclos
naturales.
Impacto sobre los vegetales No transgénicos
En principio, el polen de las plantas transgénicas
puede llegar a otras plantas cultivadas modificando
su estructura y su calidad alimentaria. En
este caso, puede afectar severamente a aquellos
vegetales que los productores cultivan en forma
agroecológica, los cuales ya no podrán
comercializarse como un producto especial al no
cumplir con las normas establecidas por la
legislación que regula la producción y comercialización
de productos orgánicos.
Las exigencias actuales para productos no
transgénicos es que la presencia de OGM no
sobrepase el 1% (acotado por la polinización
espontánea, sumada a la posible contaminación
en los depósitos y transporte). Es de suponer que
este margen será sobrepasado dada la actual
difusión de los cultivos OGM. Al respecto,
certificadoras de producción orgánica de Estados
Unidos han denunciado públicamente la
contaminación generalizada con OGM para la
soja, maíz y colza, cultivos que en Estados Unidos
han tenido una considerable difusión con granos
transgénicos.
Impacto en la Salud
Existen indicios que permiten afirmar que la
ingestión de algunos tipos de alimentos que
contienen OGM, o sus subproductos, poseen
impacto en la salud.
El primero en observar la posible incidencia del
consumo de OGM en la presentación de
enfermedades fue el bioquímico húngaro Arpad
Pusztai, quien detectó en ensayos de laboratorio
que ratas alimentadas con OGM presentaban
ciertas lesiones cerebrales junto con un crecimiento
anormal del hígado, daños que no presentaban
los animales alimentados con productos libres
de transgénesis.
Los OGM son capaces de producir diferentes tipos
de alergias en el cuerpo humano, pues el sistema
digestivo no está preparado para asimilar
proteínas diferentes a las presentes en los
alimentos habituales.
En este caso, no es factible detectar estas
anomalías si no se tienen indicadores claros,
sensibles y precisos para identificarlas. Es posible
que, como ocurre con las intoxicaciones con
plaguicidas, los casos de alteraciones en el
metabolismo humano a causa de los OGM se
traten por sus consecuencias, esto es, por la
manifestación visible y no por sus verdaderas
causas. Sin indicadores, no hay posibilidades
reales de detección.
Respecto de los virus utilizados como marcadores
del inicio y fin de la secuencia introducida, pueden
mutar y recombinarse creando un nuevo virus.
El comportamiento de los virus suele ser errático
e imprevisible, la recombinación puede generar
un nuevo virus, una forma más virulenta de los
ya conocidos o incrementar su capacidad para
infectar a un mayor número de animales
hospederos.
La deforestación de montes y selva virgen con la
finalidad de implantar el monocultivo ocasiona
pérdida de especies silvestres utilizadas en la
alimentación y en la medicina natural, y como
forraje para los animales.
El uso de semillas OGM, dentro de un marco
contextual en el cual sobresale la concentración
empresarial en la producción de semillas junto
con el patentamiento y firma de contratos, restringe
el marco de toma de decisiones estratégicas por
parte de los productores.
Los más de seis millones de productores que
utilizan OGM en el ámbito mundial no representan
un voto de confianza a esta tecnología, como
manifiestan las empresas biotecnológicas. Por el
contrario, son una manifestación de la vulnerabilidad
y baja resistencia de los gobiernos de
los países del Tercer Mundo a las presiones de las
empresas multinacionales asociadas a estrategias
productivas que no incorporan la dimensión social
y ambiental de todo emprendimiento humano.
Ávidos de captar recursos monetarios para hacer
frente a los compromisos con los organismos
multilaterales de crédito, los gobiernos ceden la
iniciativa en la planificación y decisiones geopolítica
a empresas trasnacionales.
A los productores y consumidores nos asiste un
derecho propio e inherente de tomar nuestras
propias decisiones acerca de qué especies se van
a cultivar y bajo qué modalidad productiva. Se
trata de repensar nuestra relación con el ambiente,
considerándolo como un conjunto de factores
interrelacionados e interdependientes de los cuales
depende nuestra propia vida.
Debemos incorporar las dimensiones políticas,
sociales, ambientales, culturales y antropológicas
en la planificación de las actividades agropecuarias.
Solamente así seremos capaces de
producir alimentos para todos los habitantes de
este país y no tan sólo soja para alimentar ganado
estabulado en Europa o China.
Se trata de desarrollar una agricultura con
agricultores capaces de emprender actividades
agropecuarias sustentables desde el punto de
vista económico y ecológico, actividades incluyentes
y con equidad de género, intra e intergeneracional.
Para reflexionar...
Las predicciones acerca de las estrategias a seguir
por la empresa Monsanto, una vez que monopolizara
el mercado, se están cumpliendo. Luego de nueve
años de venta libre de semillas y de un bajo control,
cuando casi la totalidad de la semilla de soja
utilizada en Argentina es transgénica, la empresa
decide cobrar regalías. Primero amenazó con
retirarse del mercado argentino cerrando sus
plantas de producción y distribución de semillas,
luego con cobrar un porcentaje de los ingresos
obtenidos por los productores en los puertos de
destino de la soja exportada.
A juzgar por la rapidez con la cual está operando
el gobierno argentino, las presiones están surtiendo
efecto. Sea por una ley o por un decreto de
necesidad y urgencia, se prepara el andamiaje
legal que permitirá a Monsanto no sólo cobrar
regalías por la semilla original, sino también por
la semilla proveniente de la autoproducción (un
60% de las regalías originales).
La aceptación por parte de los productores, con
niveles muy bajos de críticas, tiene que ver con la
búsqueda de mantener la rentabilidad económica
empresarial, aunque esto implique sacrificar
estabilidad económica y ambiental. Esta situación
se relaciona con la aparición de nuevos agentes
económicos que dominan la producción agrícola,
agentes en los cuales predomina el fin de lucro,
la obtención de una rentabilidad elevada a corto
plazo, aunque esta situación implique un fuerte
impacto ambiental. Son agentes económicos que
no residen en el predio -quizás ni siquiera lo
conocen-, por lo cual son incapaces de percibir
los cambios en el suelo y en el ambiente producidos
por el monocultivo de soja transgénica.
Presentar en forma errónea y manifiesta a los OGM
como cultivos capaces de "abrir pueblos" y
"generar puestos de trabajo" no encuentra asidero
en la realidad, dado que a su paso estos cultivos
y sus insumos asociados sólo generan deforestación,
concentración de la tierra y más pobreza.
Las tecnologías no pueden, dada su especificidad
y características, resolver problemas generados
en otras órbitas. Los cultivos modificados
genéticamente no podrán modificar las dimensiones
políticas y económicas que enmarcan la
actividad agraria en Argentina.
La biodiversidad agrícola está siendo fuertemente
amenazada y, con ésta, la capacidad de sustento
de amplias capas de la población, en especial de
las comunidades campesinas.
Nota: Este trabajo fue presentado en el Contraencuentro
sobre los Impactos de la Soja y los Monocultivos, efectuado
en San Miguel de Iguazú, marzo 2005.
No hay comentarios:
Publicar un comentario