José R. Casermeiro, Antonio De Petre, Estela Spahn
Daltonismo es un defecto genético que consiste en la imposibilidad de distinguir los colores (es muy frecuente confundir el rojo y el verde y tener matices de otros colores).
Con muy buena intención se ha realizado un ordenamiento territorial basándose en los colores para definir categorías por ejemplo Categoría I (rojo) sectores con bosques nativos de muy alto valor de conservación que no deben transformarse. Categoría II (amarillo): sectores con bosques nativos de mediano valor de conservación. Categoría III (verde): sectores con bosques nativos de bajo valor de conservación que pueden transformarse parcialmente o en su totalidad dentro de los criterios acordados por Ley 26.331. Sin embargo a la hora de determinar o aconsejar sobre los sitios que se deben conservar o adaptar a las condiciones exigidas al cumplimiento de estas medidas, se dejan de lado o son muy aleatorias. De ahí es donde surge el daltonismo en la mirada de quienes trabajan o intentan ocupar espacios vedados no solamente por algún instrumento jurídico sino por leyes ecológicas y socio económicas.
Hay solamente un solo gran interés mercantilista y es dejar de lado el bosque y sus árboles.
La Argentina y especialmente la provincia de Entre Ríos por las características propias de sus suelos con alto contenido en arcillas expandibles necesita de sus bosques y pastizales nativos.
Los procesos que originaron la vegetación y las condiciones ambientales adecuadas para que el mundo sea habitable tardó millones de años. El mundo es un gran sistema natural en donde se interrelaciona el suelo, la vegetación y el clima entre otros componentes. La falta o la fuerte alteración de uno de ellos traerán efectos irremediables en los otros.
El funcionamiento de estos ecosistemas en forma armónica nos brinda servicios tales como purificación del agua y del aire, regulación climática y control de erosión, recursos genéticos, alimentos para el ganado y las personas, materiales de construcción, combustible, productos bioquímicos, ciclado de nutrientes, y protección del suelo, mantenimiento del adecuado funcionamiento de las cuencas hídricas, alimentación de los cursos de agua, ríos, arroyos, otros humedales de superficie, alimentación y mantenimiento de los acuíferos contribuyendo a la atenuación de extremos ambientales de tipo físico: sequías prolongadas, heladas, vientos, insolación, temperaturas elevadas, grandes tormentas e inundaciones.
Todos estos servicios generan protección ambiental y bienestar, que le permite al hombre llevar una buena vida, vivir en forma segura y saludable y tener libertad de elección y actuación.
El aire y el agua que utilizamos no tienen fronteras son dinámicos y circulan por toda la biosfera; el suelo que cultivamos pasa de generación a generación o sea que lo pedimos prestado a generaciones futuras. Los habitantes de las ciudades son los principales consumidores de estos beneficios, aire puro, agua limpia y fresca más toda la gama de productos y servicios que brinda el bosque y el pastizal.
Al desaparecer el bosque y el pastizal también desaparece la fauna autóctona (ciervos, vizcachas, mulitas, ñandú, liebres, etc.) principal alimento de las poblaciones nativas.
Estos sistemas sufrieron fuertes alteraciones que disminuyeron drásticamente su productividad y diversidad. El sistema se simplificó productivamente en los últimos años a través de procesos conocidos como “agriculturización”, “sojización”, “pampeanización” y la generalización de especies transgénicas.
CONTRADICCIÓN. Esta situación es notablemente contradictoria cuando el Estado ha invertido cientos de miles de pesos para estudiar los suelos y agruparlos por su aptitud de uso, se observa que aquellos que son ganaderos, hoy por lo expresado más arriba, ¡cultivan!
Existe un protagonista central dentro de estos ecosistemas: el hombre y su familia. Estos convivieron milenariamente en los mismos hasta la actualidad, pero el avance de la “civilización” los desconoció y los expulsó de las tierras que ocupaba.
Esta acción es fuerte y despiadada y es tanto producida por la venta de tierras fiscales a privados y/o la extranjerización de las mismas (más del 7% del territorio argentino es propiedad de extranjeros: 21 millones de hectáreas) en donde participan grandes inversores de la banca extranjera quienes resguardan sus capitales de esta manera y ven como un gran negocio la producción de cereales en un mundo cada vez más hambreado. Nunca hubo tantas organizaciones campesinas y nativas en el país defendiendo sus derechos para proteger a sus familias buscando mantener sus medios de subsistencia, salud y educación, en ello les va la vida. Se busca imponer una cultura sobre otra.
Los entrerrianos tendríamos que visualizar un solo color en nuestras retinas y es el verde de los bosques integrados a las producciones alternativas y sustentabilidad del sistema.
La destrucción de los bosques genera pobreza social, ambiental y económica.
(*) Docentes de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la U.N.E.R (Universidad Nacional de Entre Ríos.
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